El político plagiador de una tesis académica que es sorprendido en flagrancia y sin escapatoria figura ya en la vida contemporánea de nuestra América con una frecuencia estacional comparable a la del fenómeno El Niño.
La respuesta del criminal, su alboroto mecánico, se adhiere a la idea de que la luz cenital que le ha caído encima forma parte de una campaña de desprestigio lascivo que, en época electoral, pretende perjudicar la causa superior a la que ha dedicado su carrera. Hace poco más de un año, un diputado, entonces presidente de la Cámara de Representantes de Colombia, fue denunciado por plagio de una tesis de maestría.
Un portal de seguimiento de infracciones de derechos de autor en el ámbito académico demostró de manera tan fehaciente la apropiación maliciosa de un texto ajeno que la misma universidad que otorgó el título anunció que elevaría las pruebas al Consejo de Estado, a la Corte Suprema de Justicia e incluso a la Fiscalía. Oficina General solicitando la nulidad del título de maestría del legislador.
Desconozco a qué habrán conducido las actuaciones anunciadas por la universidad y también hay que decir que el portal, que anunció su cierre a finales de 2022, ha sido acusado en otras ocasiones de parcial y errático en su metodología. Lo cierto es que la Comisión de Ética de la Cámara de Representantes no logró conocer el caso durante la sesión. La legisladora cuestionada tampoco pudo ser reelegida y el episodio se extinguió sin consecuencias para su carrera política. Este no fue un resultado poco común en América Latina, o en cualquier otro lugar. Solo mire alrededor. Putin, Peña Nieto y una legión de plagiarios.
Por eso es tan importante lo ocurrido en México, donde la oportuna denuncia del fraude académico ha frustrado el designio autoritario de tomar el poder judicial. El escritor Guillermo Sheridan, cumpliendo una exhortación de Yazmín Esquivel, ministra de la Corte Suprema de Justicia y aspirante a presidir el mismo organismo, publicó en Latinus, semanas atrás, la fundada advertencia de que la tesis de grado de Esquivel, presentada y aprobada por UNAM “hace un montón de años”, fue un plagio.
El ministro había invitado a los mexicanos a hacer un frente común contra la corrupción. Además de satírico de alto octanaje, Sheridan es un buen mexicano y un enemigo incansable del fraude intelectual que, como cualquiera de nosotros, cree que plagiar una tesis de grado es corrupción.
La mañana de las recusaciones presidenciales contra los intelectuales y académicos no se hizo esperar y además estuvo acompañada de un dictamen relativista: “cualquier error, anomalía, que cometió la ministra Yazmín cuando era estudiante, cuando presentó su tesis de licenciatura, es infinitamente menor a la daño que le han causado a mexico [Enrique] Krauze y el hombre que presenta la denuncia, Sheridan”.
Cosa venial, pues, pequeño pecado de juventud, anomalía la de recibirte como abogado plagiando la disertación; Sheridan, por otro lado, es miembro de una banda de saqueadores neoporfirianos. Con todo, y en momentos en que la lucha entre la libertad y las tiranías de todo color se recrudece en toda la región, esta vez el turno ha sido por la democracia: a la veracidad del denunciante se sumó la UNAM, que actuó institucionalmente, con ejemplar firmeza , en defensa de la honestidad académica.
Como lector, me ha gustado Sheridan desde hace veinte años cuando leí en Cartas Gratis una sátira suya a expensas de un exaltado profesor de la izquierda gringa que propugnaba el estudio de espanglish como lenguaje literario.
Sheridan emprendió la traducción de la primera parte de Don Quijote y publicó una burla titulada Un caballo flaco que no puedo resistirme a compartir: En un placete de la Mancha de cuyo nombre no quiero acordarme, vivía, no hace mucho, uno de esos señores que siempre llevan una lanza en el astillero, un escudo viejo. , un caballo flaco y un galgo para la caza. Una cazuela con más ternera que cordero, carne picada para la cena, una tortilla para los sábados, lentejas para los viernes y algún pichón como manjar especial para los domingos, consumieron las tres cuartas partes de sus ingresos..
Si buscas sus libros, encontrarás entre ellos uno muy destacable que, como diría Don Alfonso, es un “libro de retazos”: textos autobiográficos de diversa índole que, desarticulados, valen mucho cada uno por sí solo. ; juntos hacen un autorretrato.
Se titula Toda una vida estaría conmigo. Lo leo con deleite y aunque nunca he visto a Sheridan en persona, puedo decir que lo conozco y soy un amigo. Por eso me alegro mucho de que haya sido precisamente él quien detuvo el trote del abrumador Gran Transformador.
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