Todo fueron aplausos para la teniente Gloria Cházaro Berriel, cuando hace ya tres años se convirtió en la primera mujer en comandar un buque de la Armada en México. Decenas de medios de comunicación escribieron sobre su obra, su precocidad, su brillantez. El Secretario de Marina, Rafael Ojeda, le envió una carta ensalzando su trayectoria. “Usted es la proa de todo un género”, escribió el almirante, “una clara muestra de honor, deber, lealtad y patriotismo”. Pero todo ese alboroto, orgullo de una nación, quedó en silencio el mes pasado cuando Cházaro fue encontrada muerta en la casa de sus padres en Veracruz, colgando de un cable amarrado a las escaleras. Ella tenía 29 años.
Extraoficialmente, las autoridades hablaron de un suicidio. Deslizaron su teoría en medios locales y dejaron que el transcurso de los días enfriara el caso. Ni siquiera se supo si hubo o no una investigación sobre lo sucedido. El secretario de Marina, tan pródigo en elogios a la teniente, no dijo una palabra sobre su muerte. La familia Cházaro Berriel optó por la discreción, al igual que el entorno de la joven. Pero en conversaciones informales y mensajes intercambiados en los ámbitos civil y naval, sospecharon que su muerte en realidad escondía una historia diferente, marcada por las discusiones que la joven mantuvo con su pareja horas antes de su muerte.
Sus amigos presentan a la teniente Cházaro como una persona alegre, con muchos planes para el futuro. A todas las personas de su entorno que han sido consultadas sobre ella, tanto en el ámbito civil como militar, les sorprende la hipótesis del suicidio. Daniel Santander, quien compartió piso con ella en la Ciudad de México y estudió la misma maestría en el Reino Unido, explica que Cházaro quería sacar su licencia de marino civil. “Nunca tuvimos ningún tipo de alerta de suicidio”, dice. El hermano mayor de Cházaro, Eduardo, recuerda que tenía planeado visitarlo a fin de año en Canadá, donde se iba a mudar con su esposa.
Una amiga de hace años en la Secretaría de Marina dice que su activismo feminista era constante en redes. Hace unos meses, cuenta, había creado un grupo privado en Facebook, “Información que cura el color violeta”, donde compartía reflexiones sobre los roles de género o el machismo dentro de la Marina. Otra amiga, Paola Schietekat, compañera de la maestría en Inglaterra, agrega que Cházaro nunca perdió la cara ante los problemas. “Ella me decía en broma, ‘tenemos que sacar provecho de nuestro sufrimiento’, era muy sarcástica”, dice.

Las entrevistas con estas y otras personas de su entorno muestran un creciente fastidio con las autoridades. La Fiscalía de Veracruz mantiene abierta una investigación por la muerte de Cházaro, pero en semanas no reporta avances. Según ha podido saber EL PAÍS, las investigaciones están a cargo de un despacho de la unidad de Fortín de las Flores, donde viven los padres de Cházaro, y no de la unidad regional especializada en casos de feminicidio, que opera en la vecina ciudad cordobesa.
Este diario se puso en contacto con la dependencia para saber el motivo de lo anterior, así como para conocer el estado de las investigaciones. Cházaro falleció en la madrugada del sábado 10 de junio al domingo 11 de junio. Su cuerpo llegó a la morgue de Córdoba horas después y en apenas un día los investigadores, encabezados por la fiscal Clarisa Tapia Uría, tenían en su mesa el estudio de necropsia. Sin embargo, un mes después, la familia no ha sabido nada de él. Una fuente cercana a la investigación señala que las pesquisas realizadas hasta el momento muestran que la hipótesis del suicidio es consistente con los resultados periciales acumulados, aunque no descartan otras líneas de investigación. La misma fuente también señala que en las investigaciones se han aplicado los protocolos de feminicidio.
Ya sea un suicidio o un asesinato, los ojos están puestos en el compañero de Cházaro, el capitán Octavio Capetillo, piloto de helicópteros de la Marina que, al menos hasta hace unas semanas, trabajaba en el aeropuerto de la Ciudad de México. Capetillo desapareció del mapa tras la muerte del teniente y su familia no ha vuelto a saber de él. Este periódico se ha puesto en contacto con la Secretaría de Marina a través de varios voceros. Incluso envió una batería de preguntas por correo electrónico el sábado, pero no ha recibido respuesta.
una historia dificil
Cházaro y el capitán Capetillo se conocían desde hacía nueve años, cuando el teniente se graduó de la Escuela Naval. Salieron por un tiempo, pero Cházaro decidió terminar la relación cuando supo que Capetillo estaba casado y esperando un hijo. No se vieron durante años. En el medio, Cházaro apostó por su carrera. Ascendió de primer maestre a teniente de corbeta y luego a teniente de fragata. En 2018 se traslada a Reino Unido, becado por el Gobierno Británico en su programa Chevening, para líderes del futuro.
La vida le sonrió a la mujer. Al regresar de Inglaterra, en 2019, la Marina la destinó a Mazatlán, en Sinaloa, uno de los puertos favoritos de los navegantes. Allí se convirtió en la segunda comandante de la patrulla costera ARM Bonampak. Meses después, la jerarquía naval requirió al jefe de Cházaro para otro cargo y el teniente pasó a ser el comandante del buque, situación nunca antes vista. Cházaro fue la primera mujer en la historia de la Armada al mando de un buque, un buque de 43 metros de eslora, botado tres años antes.
Pero Cházaro quería más. En julio de 2021 comenzó a estudiar la especialidad en Comando Naval en el Centro de Altos Estudios Navales (CESNAV) en la Ciudad de México. Sus logros en ARM Bonampak le estaban abriendo camino en la jerarquía de la Secretaría de Marina, y ella quería estar preparada. Pero también fue allí donde volvió a encontrarse con Capetillo, quien recién comenzaba a estudiar una especialidad al mismo tiempo que ella. Con el tiempo volvieron a salir. Capetillo le dijo que se iba a divorciar y Gloria le creyó.

La teniente terminó su especialidad en agosto de 2022 y la Secretaría de Marina la envió a una base cercana a Puerto Cortés, en Baja California, destino distinto a Mazatlán, más pequeño, con naves más viejas y de poca proyección. “Un puerto de castigo”, dice una de sus amigas, consultada para la elaboración de este reportaje. Cházaro sería el segundo comandante del vetusto navío Aguascalientes.
Era un destino incómodo, además, por otras razones. Durante sus meses allí, Cházaro denunció acoso por parte de su superior en el barco, situación reflejada en los mensajes que colgó en su grupo de Facebook y en su perfil personal. En un mensaje publicado en diciembre, escribió: “A veces, como marinero, todavía se desconoce mucho sobre cómo funcionan las cosas. No te dejes intimidar, con gusto te apoyaré en cualquier proceso. Los que tuvimos que vivir la experiencia de los valientes, ya sabemos manejar ciertas cosas para encontrar la justicia y la paz”.
compromiso y fin
También en diciembre se comprometieron Cházaro y Capetillo. La teniente anunció el enlace en su página de Facebook a principios de enero. En abril, los dos pasaron un mes juntos en la Ciudad de México. Cházaro había denunciado formalmente el caso de acoso y la Secretaría de Marina lo mandó a llamar a la capital. Alquilaron un apartamento en Tlalpan, en el sur de la ciudad. En junio, el otro hermano del teniente, Alberto, marinero como ella, con quien también compartió destino en Baja California, se convirtió en su padre. La teniente pidió unos días de permiso para ir a buscar a su sobrino, que estaba con su cuñada, en el Puerto de Veracruz.
Gloria Cházaro arribó al puerto entre el jueves 8 y el viernes 9 de junio. Visitó al recién nacido y estuvo con su madre, que había bajado del Fortín de las Flores para encontrarse con su nieto. Luego tomó el camino a la montaña. En Fortín estaban su padre, su hermano Eduardo y su esposa. Ese mismo viernes, tarde en la noche, llegó Capetillo. Aparentemente el plan era celebrar el compromiso. “Tenían planes de casarse el próximo año. De hecho, mi hermana ya estaba mirando la sala, la iglesia y demás”, cuenta Eduardo.
El sábado, los cinco fueron a cenar a un bar restaurante cercano a su casa, en el barrio de Santa Leticia. Eduardo los llevó allí porque el establecimiento era de un amigo suyo que también le había pedido que lo ayudara esa noche con las mesas. Estaba corto de personal. La cena comenzó animada. Eduardo y su esposa hablaron sobre la mudanza a Canadá, prevista para agosto. Pero inmediatamente todo salió mal. Animada por su hermano, Gloria contó sobre la licencia de tres meses que solicitaría a la Armada para visitarlos. Pero Capetillo, quien era más de 20 años mayor que su pareja, estaba molesto.
“Ella ya había estado hablando con él, durante mucho tiempo, diciéndole que se fuera, que se fuera y él siempre decía que sí”, cuenta Eduardo, “pero cuando mi hermana empezó a ver todos los papeles y demás, se echó atrás. , y le dijo que no iba a ir más”, agrega. La discusión siguió con la misma boda. Cházaro le reprochó a Capetillo que, aunque le aseguró que se había divorciado, nunca le había mostrado un papel que lo confirmara. Y dados los antecedentes, todavía podría estar casado sin que ella lo supiera.
“La cena terminó y él se fue de repente. Serían alrededor de las 8.30 o las 9.00″, continúa el hermano. “Nos quedamos allí. En realidad, Carito estaba feliz”, agrega, utilizando el apellido de la teniente, cuyo nombre completo era Gloria Carolina. “Ella siguió viviendo juntos, cantando, bailando. Todavía hablé con ella y me dijo que iba a terminar su relación con él. Porque él siempre decía una cosa y al final era otra, que no le daba su lugar y que ella ya no quería seguir con esa relación. No me dijo triste, me dijo normal, decidida”, detalla.
Aproximadamente a las 11:00 p. m., Gloria, su padre y su cuñada regresaron a la casa. Eduardo se quedó para ayudar a su amigo. Cuando llegaron, encontraron a Capetillo en la puerta de la casa. Entraron juntos. Capetillo subió. Cuando estaban los dos, ocupaban la habitación de su hermano Alberto, pero esa noche Gloria Cházaro prefirió quedarse en su habitación, en la planta baja. Su cuñada también subió al dormitorio de Eduardo. El padre se quedó en su habitación, en la planta baja. “Lo siguiente es cuando llegué”, dice Eduardo. “Fue alrededor de la 1:30 más o menos. La encontré colgada allí. Capetillo ya no estaba en la casa”.
Eduardo dice que esa misma noche envió un mensaje a Capetillo diciéndole que su hermana había muerto. “Él respondió, ‘no me digas eso’. Pero no dijo nada más. No sé si todavía estaba aquí en Fortín o dónde estaba”, dice Eduardo. El hermano dice que la cámara de seguridad de unos vecinos muestra como Capetillo sale de la casa a eso de las 00:40 y se va. Nadie en la casa se enteró de nada hasta que llegó Eduardo a la 1:30.
Entre él y su padre bajaron el cadáver de Gloria de las escaleras. Los agentes de la Fiscalía que llegaron luego al lugar dicen que allí, junto al cuerpo inerte de la mujer, encontraron dos teléfonos celulares, un anillo y un cable. Gloria tenía una herida en el cuello, un surco duro e incompleto. Ella también se fractura en sus vértebras.
Familiares y amigos velaron este domingo a la teniente Gloria Cházaro en el tanatorio Vélez de Córdoba. El lunes fue enterrada en la vecina ciudad de Orizaba. Una amiga de la mujer, socia en la Armada, estuvo en su funeral: “Nadie habló, la gente solo lloró, fue como un susto demasiado grande para todos. Eran como 40 personas y Capetillo no estaba. En un mensaje publicado en Facebook el miércoles siguiente, su madre, quien también se llama Gloria, escribió: “Carito era un ser de luz y llegó a brillar muy alto. Estoy seguro de que quienes la conocieron realmente saben quién es y que nunca se haría daño”.
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