Lo que está pasando con Felipe Calderón y el juicio a Genaro García Luna me recuerda el drama que vivió Carlos Salinas de Gortari en el año 2000, cuando cuando pretendía reivindicar una reivindicación política tras el exilio forzoso, la realidad le cerró la puerta en las narices. Salinas promocionaba su libro, una especie de ajuste de cuentas contra su sucesor, Ernesto Zedillo, que finalizaba su sexenio. El expresidente asumió que podía reposicionarse de cara a la nueva administración que estaba por iniciar. Sin embargo, Zedillo le asestó un golpe que lo dejó en coma político; “Casualmente” se difundió un audio con la conversación entre Rubén Salinas y su hermana, en la que desde la cárcel amenazaba con revelar el origen ilegal de la fortuna del expresidente. Ahí terminó todo intento del padre del neoliberalismo en México por volver a la escena pública de manera abierta.
Algo similar está pasando con Felipe Calderón. El expresidente no resistió la tentación de lanzar una especie de comunicado para encabezar la resistencia política contra el movimiento López Obrador. La publicación de un texto extenso en el periódico. Reforma, hace unos días, tomó como pretexto la marcha contra el llamado plan B electoral propuesto por Morena, pero en el fondo constituía una crítica al Gobierno de la 4T en su conjunto y un llamado a derrotarlo en las próximas elecciones. . La táctica de Calderón fue oportunista; La evidente falta de liderazgo político de la oposición en la recta final del sexenio ofreció una vía para posicionarse como figura moral y política de primer orden. Una puerta para volver a la escena pública.
Desgraciadamente para él, la sentencia de Brooklyn, que esencialmente cataloga como narcotraficante al responsable de la seguridad pública a lo largo de su mandato de seis años, acabará convirtiendo su pretendido regreso político en un viaje al infierno. El equivalente al audio que enterró a Salinas. Dejó para otros colegas, más conocedores de estas materias, las consecuencias judiciales y policiales, que habrá, del juicio a García Luna. Pero vale la pena detenerse en las implicaciones políticas.
Lo que sigue será una intensa batalla discursiva entre las fuerzas que se disputan el poder en México. Unos para hacer control de daños, aislarse del escándalo y limitarlo al calderonismo en el peor de los casos; otros, no sólo para engrandecerlo y convertirlo en el último clavo del ataúd de esta corriente, sino también para extender la factura política a las fuerzas de oposición y al PAN en particular.
En realidad, Calderón ni siquiera pertenece al PAN; dimitió en 2018 con el propósito, finalmente infructuoso, de fundar otro partido. Pero a los efectos del debate público eso es una pequeña minucia. Él era el líder de ese partido, ganó y gobernó en su nombre y su esposa intentó convertirse en su abanderada para regresar a Los Pinos. Para el ciudadano de a pie, aparte de Diego Fernández de Cevallos, no hay figura pública más identificada con ese partido.
En este sentido, para el obradorismo el batacazo del fallo contra García Luna es un maná político caído del cielo dos veces. Uno que mira al pasado y otro al futuro. Por un lado, la constatación de la “perversidad” de la administración Calderón y particularmente del hombre que le robó la presidencia a López Obrador; una saboreada venganza que el tabasqueño extenderá reiteradamente de aquí al fin de los tiempos; una especie de reivindicación moral de la derrota de 2006 a manos de fuerzas oscuras y criminales.
Por importante que sea este ángulo personalmente para AMLO, lo más relevante es el otro; las implicaciones para el futuro inmediato. Si los escándalos por los audios del presidente del PRI, Alejandro “Alito” Moreno, fueron un misil bajo la línea de flotación de un barco que ya se hundía; El fallo categórico contra quien fue pieza clave en los dos sexenios del PAN en materia de Seguridad es un duro golpe a la credibilidad de la fuerza política más influyente dentro de la oposición. Porque, insisto, más allá del intento fallido de devolver a Calderón a la escena pública, la factura política la va a llevar el PAN.
Esta crisis es relevante porque la oposición al obradorismo buscaba rescoldos entre las piedras para reconstruir un frente electoral moderadamente atractivo para las elecciones de 2024. Y la pieza fundamental en este intento siguió siendo el PAN, a pesar de todo. Podemos suponer que el Gobierno, ahora y los candidatos oficialistas después, recurrirán a este caso hasta la saciedad para recordar a los ciudadanos “la corrupción de los conservadores”. Incluso es posible que el gobierno mantenga vivo el caso a nivel local, abriendo más expedientes judiciales contra García Luna y otros funcionarios. Más aún si el proceso en Estados Unidos acaba extendiéndose. Tales posibilidades fortalecerían el discurso de López Obrador, pero ni siquiera son esenciales. Para su narrativa basta con lo ocurrido este martes en Nueva York.
Será interesante observar la reacción de los panistas y en general de los jefes de la oposición con fines de control de daños. Algunos desacreditarán la decisión del jurado argumentando la debilidad de las pruebas incriminatorias; otros minimizarán el papel de García Luna en el contexto de los doce años de alternancia panista; la mayoría buscará aislarse del escándalo encapsulándolo en la figura del expresidente.
También es interesante la actitud que tomará la dirigencia priísta, que parecía ser la aliada avergonzada en cualquier acuerdo con los panistas. Teniendo en cuenta la reputación de Alito, este golpe al prestigio de sus socios le permitirá comerciar con un poco más de espacio.
Finalmente, una reflexión sobre Felipe Calderón. El daño que había hecho a la causa de aquellos ciudadanos interesados en la marcha, motivados por la legítima preocupación por una controvertida reforma electoral, ya era considerable. El llamado del expresidente a convertir el acto en una protesta contra la 4T y un paso para organizarse en una oposición capaz de derrotarlo en 2024, desvirtuó la intención de muchos que no se sienten vinculados a lo que representa. Su intento de conducir moralmente esta reacción intoxicaba políticamente lo que otros querían presentar como acción ciudadana. Calderón sabía que el jurado decidiría estos días y la alta posibilidad de que el veredicto fuera el que teníamos. El daño que podría causar es evidente. Su irresponsabilidad también.
Usuario de Twitter: @jorgezepedap
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