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Osos atropellados, osos entrando a casas, escuelas, centros comerciales, osos mal castrados y osos hambrientos con el sistema digestivo obstruido por los plásticos que comen de la basura. Él ursus americanus, Considerado en peligro de extinción, ha bajado de las montañas y camina libre por las calles de Monterrey y otras grandes ciudades de Nuevo León hasta que alguien avisa a las autoridades. Deciden el futuro del oso en función de su historial de violencia y la frecuencia con la que descienden a la ciudad. Desde 2008, 244 de estos mamíferos han sido capturados y desplazados, según la organización Parques y Vida Silvestre de Nuevo León (PVSNL).
Ante las denuncias de organizaciones animalistas, las instituciones se remiten al protocolo que implementan cada vez que reciben un reporte de un oso en un asentamiento humano. Edgar Acosta, director general de PVSNL, es el encargado de decidir el destino de estos animales junto a la Procuraduría Federal de Protección al Ambiente (Profepa) y Protección Civil. “Tenemos que pensar en la integridad de las personas y al mismo tiempo, la de los animales. Es una especie que puede parecer simpática, pero la realidad es que los osos son especies salvajes totalmente impredecibles.
Como los edificios y las casonas y las piscinas en las que a veces se bañan los osos no se pueden mover, son estos últimos los que acaban sufriendo el estrés de trasladarse a un nuevo hábitat. “Los osos son los que deciden su destino”, dice Acosta. Las autoridades usan algo que llaman semáforo de riesgo, una matriz de decisión que indica el futuro del oso en función del comportamiento pasado y presente del animal. Por ejemplo, si el oso sigue o acosa a una persona en un entorno urbano, es un riesgo medio-alto, por lo que sería adecuado manipular (sedar, atrapar) al animal y liberarlo en su hábitat.
Monterrey es la tercera ciudad más grande de México. A medida que aumentaba su población, los habitantes más adinerados se han trasladado a las faldas de las montañas que rodean esta ciudad de poco más de cinco millones de habitantes. De vez en cuando aparece un nuevo video que muestra a un oso aterrorizando o abrazando a un transeúnte. En abril de este año, una familia regiomontana tuvo que huir porque un enorme oso los perseguía sin parar por los pasillos de una cabaña en la localidad de Ciénega de González, a una hora de la capital de Nuevo León.
En marzo surgieron imágenes de un oso en la colonia Lagos del Vergel, también en Monterrey, mientras se zambullía en la piscina de una casa para refrescarse del histórico calor que azotaba a la región por esos días. Entonces el animal salió de la piscina y caminó tranquilamente, jugando con las ramas de los árboles del jardín hasta que se aburrió y volvió a sumergirse en el frondoso bosque. Y recientemente, en mayo pasado, un oso negro, un ejemplar joven, tuvo que ser capturado porque deambulaba sin rumbo fijo por las calles de Monterrey chocando con autos, claramente desorientado.
A veces, sin embargo, a pesar del Semáforo de Eliminación de Riesgos y la toma de decisiones interinstitucional, las autoridades cometen errores que terminan apareciendo en la prensa nacional. En agosto de 2020, un veterinario especializado de la Universidad Autónoma de Nuevo León (UANL) recibió un oso de 96 kilos que habían visto antes comiendo de la basura y que había estado “socializando” con los transeúntes en Parque Chipinque. Las autoridades decidieron que lo mejor, dado el historial de acercamientos a poblaciones humanas, era liberarlo en la Sierra de Nido, en Chihuahua. El problema es que allí vive otra raza de oso muy territorial, y para que el oso negro de Nuevo León no tuviera problemas de adaptación, decidieron castrar al animal.
La decisión trascendió y generó un debate sobre esa decisión. Adriana Cela, una bióloga de la Ciudad de México que trabaja para la organización de animales Animal Heroes, teme que las autoridades enviaron al oso a su propia muerte. “Es muy estresante para un oso llegar a un nuevo territorio que no conoce y tener que pelear nuevamente por su territorio, pelear con otros osos para conquistar su espacio sin saber tampoco dónde están las fuentes de alimento… quién sabe qué se le ha ido a ese pobre animal”, dice por teléfono.
Tampoco está claro que devolverlos a su hábitat natural sea la mejor opción. “Es mucho más fácil alimentarse de la basura de los contenedores que de las hormigas de un árbol”, dice Cela sobre el tema. Acosta también parece preocupado por este problema: “Los osos buscan volver a donde perciben que encontraron un manjar, que para ellos es comida de la basura”. Por si fuera poco, los osos más jóvenes que están apareciendo en videos en las calles de la ciudad han aprendido este comportamiento de sus madres.
En 2015, las autoridades atendieron el caso de una osa con sus dos cachorros alimentándose de la basura que generaba un centro recreativo en Parque Chipinque, en las afueras de Monterrey. Los animales quedaron atrapados en jaulas y regresaron a su hábitat natural, pero los expertos aseguran que ahora son estos oseznos los que regresaron a la ciudad, interactúan con las personas en lugar de huir de ellas y se alimentan de su basura, a riesgo de que eso suceda. supone que la comida, dice el biólogo Cela, no les aporta los nutrientes que necesitan, tienen aditivos y grasas que dañan el hígado y los riñones de los osos.
Acosta va un paso más allá: “Hoy en día, cuando encontramos ejemplares muertos con claros signos de falta de alimento, lo más probable es que en la autopsia posterior encontremos un aparato digestivo obstruido por una bolsa de plástico”. ¿Cuál es la solución? En sus mensajes a la población, lo más recurrente, además de no interactuar con ellos y no darles de comer, es no dejar la basura a disposición de los animales, en la calle o en lugares de fácil acceso. “La basura hay que depositarla en contenedores a prueba de osos, que es un producto que ya se vende aquí”, pide el director de Parques y Vida Silvestre.
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