Después de un jueves dedicado a reafirmar en Pekín la sintonía entre Rusia y China y de certificar con la firma de una declaración conjunta que las relaciones entre ambos países han alcanzado su punto “más alto”; tras anunciar la colaboración en todo tipo de campos —de la inteligencia artificial a la exploración lunar, pasando por el dominio militar— y de acusar a Estados Unidos de pensar aún “en términos de Guerra Fría” y de tomar un rumbo “destructivo y hostil” dirigido a la contención de ambos, el presidente ruso, Vladímir Putin, se ha dirigido este viernes, segundo día de su visita oficial al gigante asiático, a Heilongjiang, una provincia ubicada en el noreste chino, fronteriza con Rusia, y donde el rastro de este país sigue siendo intenso.
Este segundo acto del viaje ha cobrado un cariz cultural y económico; está encuadrado en el 75º aniversario del establecimiento de relaciones diplomáticas entre Pekín y Moscú, y Putin se ha desplazado hasta la capital de la región, Harbin, ya sin su homólogo, Xi Jinping, con quien pasó buena parte del jueves —hubo encuentros formales con los equipos de ambos, un paseo y un té a solas al borde de un lago, un concierto y también una cena informal con los colaboradores más cercanos—.
Antaño conocida como la “pequeña Moscú”, la ciudad de Harbin tiene un pasado vinculado a Rusia desde finales del siglo XIX. Ha acogido a numerosos expatriados de este país y mantiene un vínculo histórico aún distinguible en elementos arquitectónicos, como las cúpulas de la catedral ortodoxa de Santa Sofía.
Putin, que ha sido recibido y acompañado en Harbin por el vicepresidente chino, Han Zheng, ha arrancado la visita depositando una corona de flores en el monumento dedicado a los soldados soviéticos caídos junto a los chinos en las batallas contra los japoneses durante la segunda guerra chino-japonesa (1937-1945), cuando Japón ocupó partes de China. La agenda del líder ruso ha incluido la inauguración de la 8ª Expo Ruso-China y del 4º Foro Ruso-Chino de Cooperación Interregional, además de una visita a la Iglesia de la Protección de la Santísima Virgen María, un templo ortodoxo, y a la Universidad Politécnica de Harbin.
Putin ha aprovechado este lugar fronterizo, que no siempre fue pacífico entre los vecinos, para hablar de unos lazos económicos en fase creciente. Ha hablado de gas y de petróleo, el gran salvavidas de liquidez de una Rusia enfrascada en la guerra desde hace más de dos años. “Estoy convencido de que nuestra alianza estratégica [con China] en el sector energético, que se ha convertido en un apoyo fiable para todo el mercado energético mundial, siga fortaleciéndose”, ha asegurado en la ceremonia de inauguración de la Expo Ruso-China y el Foro de Cooperación Interregional, según ha recogido la agencia rusa Tass.
Los analistas esperaban de este viaje que el líder ruso tratara de avanzar un posible acuerdo sobre el gasoducto Power of Siberia 2, que lleva años en fase de negociación, y bombearía gas a China a través de Mongolia. El líder ruso ha destacado en Harbin la capacidad de ambos países de “emprender juntos los proyectos más desafiantes” y “ejecutar planes ambiciosos”. En las negociaciones con Xi, ha añadido, se han discutido “las perspectivas de esta cooperación multifacética”, según Tass.
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Putin también ha alabado unos intercambios comerciales entre Moscú y Pekín que superaron los 240.000 millones de dólares (221.560 millones de euros) en 2023, un 26,4% más que el año anterior, cuando ya habían aumentado por encima del 34%. “Esto está lejos del límite”, ha dicho Putin.
La desconexión de Rusia de buena parte del mundo desde la invasión de Ucrania en 2022 ha supuesto a la vez un acercamiento a China del que Occidente recela. “Es necesario redoblar los esfuerzos para restringir la entrega a Rusia de productos de doble uso que acaban en el campo de batalla”, dijo la semana pasada la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, al término de un encuentro trilateral con el líder chino y el presidente francés, Emmanuel Macron, en París.
Es de esperar que la declaración sellada el jueves entre Putin y Xi añada otra palada a la montaña de desconfianza de Bruselas y, especialmente, Washington. El extenso texto, de más de 12.000 caracteres en su versión china, es especialmente crítico con el país norteamericano, al que acusan de intentar “socavar la estabilidad estratégica para mantener su superioridad militar absoluta”.
El pacto condena lo que considera un despliegue de misiles de Estados Unidos que amenazan a Rusia y a China, y el uso extendido del paraguas nuclear estadounidense entre sus aliados en el entorno, como Australia; también carga contra el llamado Aukus, el pacto militar sellado con este país y el Reino Unido, y condenan lo que consideran una presencia militar creciente de Washington en Asia-Pacífico. Moscú y Pekín “reforzarán la coordinación y la cooperación para hacer frente al rumbo hostil y destructivo de la llamada política de doble contención de Estados Unidos hacia China y Rusia”, zanja el comunicado.
“Ambas partes se oponen a la creación de una estructura de bloques cerrados y exclusivos en Asia y el Pacífico, especialmente una alianza militar contra terceros”, añade la declaración. “Los movimientos destructivos de la OTAN en la región”, concluye, “han tenido un impacto negativo en la paz y la estabilidad”.
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